sábado, 21 de julio de 2012

PIEDRAS

El maestro dijo a su alumno que las piedras no siempre serían tan duras; que si las golpeaba demasiado fuerte se romperían. Le explicó que su mala suerte, la de las piedras, era que no parecían débiles como las rosas, y entonces recibían más golpes, más fuertes, más hondos. Le contó cómo las rosas, al verse delicadas, evitaban otros embistes. Porque ellas, tan dulces, tan frágiles, no podrían soportar según que cosas, que nadie les haría nunca. Por el contrario, las piedras, tan fuertes, lo aguantarían todo.... O eso se creía.

"A veces, cuando la piedra se parte en dos --relató--, nos damos cuenta de que el ímpetu era excesivo, de que nunca lo hubiéramos utilizado en la misma medida para zarandear a una rosa. Entendemos, de repente, que contra las piedras no todo vale si queremos conservarlas de una pieza. Asumimos que también ellas tienen un punto de flaqueza que es mejor no atravesar...".

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