viernes, 5 de junio de 2009

batallas contra el amarillo


Llevamos un mes de pelea con el color amarillo, un color que ha venido a instalarse en casa, que ha invadido a Pita sin su consentimiento pero como consecuencia de sus tercas ganas de no comer. De no comer porque me cambiáis de casa, de no comer porque me cambiáis de comida, de no comer porque hay un enano llorón durmiendo en mi lado de la cama, de no comer porque no tenéis tiempo para abrirme el grifo de bidé y beber tan tranquila, de no comer porque algún que otro fin de semana habéis traído un perro a casa, mi espacio, a mi terreno (suponemos que la gota que colmó el vaso). Y con la tontería del no comer, pasamos de pesar más de seis kilos a los tres y medio de hace más de dos semanas. Y con tanta pérdida y tanta desgana, el hígado de Pita de petó y el amarillo se instaló en sus orejas, en sus encías y en su boca. Y el no comer porque estoy enfada paso a ser un no comer porque estoy mala. Y sufrimos las jeringuillas a la fuerza y cuatro días de suero y yo no sé cuantos días de comer poco y a base de súplicas y caricias varias. Y la pescadilla que se muerde la cola (no como porque estoy mala, estoy mala porque no como) casi puede con nosotros.

Esta mañana Pita ha sacado sus dos patitas de estar más allá que acá. El amarillo se ha ido, así que parece que le hemos ganado la batalla al amarillo, pero no sé si hemos ganado la guerra, así que seguimos peleando, por lo siglos de los siglos...

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