domingo, 1 de noviembre de 2009

El embarcadero minero de Ríotinto


Soy la niña que escucha un cuento muy largo, lleno de cuentos más cortos, que tienen los colores de la guerra y de la posguerra.

Soy la pescadora que lanza la caña bien lejos y cuando nota que tiran del anzuelo, va recogiendo lentamente para ver lo que ha pescado.

Soy la escuchante de las dos parlantes. Soy la espectadora muda del espectáculo del recuerdo, de fiestas donde se perdían los tacones, en blanco y negro. De guitarras y bandurrias, de pescaíto frito, de un faro pequeño, blanco y rojo, que alumbra a los viejos en pescaderías.

Soy la viajera que llega a la última parada del tren, que va por la vía que construyó Eiffel, y se baja en la orilla a descargar mineral, que se llevan los barcos hasta otros países.

Hoy no existo. Todo esto que escucho ocurrió cuando yo tenía -20 años...

He oído las sirenas una vez...y una segunda vez, y a la tercera ya había que correr mucho más. Y he visto como Miguel cogía a Rosa y la llevaba a cuestas, porque a Rosa le dolían ya los huesos con diez años. Dice que fue por la humedad que había en aquel cortijo donde se refugiaban de las bombas. Hoy he visto cómo morían los chiquillos, cuando la "Quinta del saco" bajaba atropellando a todo el mundo por las escaleras de los refugios urbanos y se formaban pelotones.

Hoy he maldecido a los malagueños, que llegaban en tropel hasta la rambla y destrozaban las flores. Sin saber que uno de ellos sería luego mi pareja de baile.

Hoy he vuelto a probar los piononos y el café me ha sabido a gloria en el Coimbra.

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