miércoles, 31 de diciembre de 2008

Mallorca 6

He cerrado la puerta de Mallorca 6 y se me han venido un montón de cosas encima. Pero no he dejado que se me vinieran encima mal, con malas intenciones, de malas maneras, o con intención de pillarme desprevenida, y nada de eso de dejar que lo hicieran sin orden ni concierto, que esta marcha estaba preparada, estudiada y sobre todo deseada. Así que he dejado que ese montón de cosas se me fueran viniendo encima poco a poco, para saborearlas como si fueran mis victorias y mis derrotas. Y han venido las que he vivido yo solita, por mí misma, las que me han ido contando, las que me he inventado, las que había olvidado, las que he soñado y las que me he imaginado. Y si hubiese querido, o tenido tiempo, me podría haber quedado una semana frente a la puerta de mi casa para que todo pasara con su tempo, pero no había, así que el beso que me he dado en los tres dedos de mi mano derecha lo he dejado suavemente en el número seis de mi puerta y me he ido mientras ese montón de cosas se me venían encima. Y se me siguen viniendo.

Mi padre aprendió a andar siguiendo las líneas imaginarias de la tabla de ajedrez que era el pasillo de su casa, un pasillo que luego gateo mi hermano, un pasillo por el que yo vi, después de arrastrar sin miedo líquidos y concentración por pistas de baile, correr a la Reina de Corazones gritando aquello de "Qué le corten la cabeza". Mi abuelo me cogía en brazos a mitad del pasillo y salía por la puerta con mi hermano de la mano para recorrer de cabo a rabo el Rastro, sobre todo la parte de los animales, de los pajaritos y los perros sin dueño. Alguna mañana, ese pasillo ha terminado lleno de más gente de la que cabía entre el suelo, la música y la nube de humo. Mi abuela calentaba al tacto, ya casi sin ver, esa sopa de letras mágica que ha conseguido que nunca me haga mayor. Y hasta me dio pena arrancar las mil capas de papel pintado de las paredes, así que se quedó en casa esa caja que ahora se ha ido la primera, y que he cerrado con tanto cuidado, y que lleva dentro la radio del abuelo, el secador de la abuela, el despertador de papá, el termo de los fines de semana, la balanza de la cocina y la plancha del cuarto de la entrada. Cuando la cocina azul se fue y vino la naranja-roja, fue como si nada cambiara porque las fiestas seguían terminando en el mismo sitio. El sofá verde entró en casa para hacer compañía a los dos de orejas, y siempre me acuerdo de las cabañas que hacíamos con los cojines marrones, y de la nena azul eléctrico con su peta en la mano, con su conversación infinita, despidiéndose para ir a dormir a la habitación de al lado, porque se vino conmigo, para que no me sintiera sola, para que ya no estuviera sola nunca. Y las lámparas siguieron estando bajas para el chico de las promesas fuertes, que un día me dijo que lo mejor de aquella noche fue que de aquel polvo sí se acordaba, y se iba a acordar siempre. Siempre me ha gustado dormitar viendo como entraba la luz por las rendijas de las persianas de madera, y escuchar como pasan los autobuses por la Ronda de Atocha, y jugar a acertar qué número era, si el 34, el 27 o el Circular. Irme y que las nenas azules me cuiden la casa, y volver para llenarla de ganas y sueños. Hacer de la misma casa otra distinta. Pasar los inviernos en manga corta y dormir las siestas de verano tapada con algo. Mirar el techo del baño con el agua de la bañera hasta la barbilla y acordarme de esa tarde que me bañe con mi madre y jugamos a que éramos princesas; y es que lo somos. Llenar la casa de cajas que llegan desde tan lejos, y hacer un hueco en tu vida a tu negocio, a tu pasión, a lo que te gusta. Al final Zarpa siempre estaba escondido en alguno de los armarios, y acababa viniendo a dormir con Pita y conmigo. Y lo mejor de tener una habitación de invitados era que siempre se quedaba alguien a dormir, que siempre había alguien que cruzaba un océano y se quedaba en casa, y te desordenaba la vida alegremente (¿verdad nena verde?). Cocinar pollo tika massala en la cocina. Agarrada a lavadora, ver como dos líneas hacen a Leo una realidad. Escuchar esas voces no metálicas cada vez que coges el teléfono......

Y cuando salgo del portal, me pongo los tres dedos que tocaron la puerta de casa sobre los labios, para que el número 6 me devuelva el beso que me quería dar y del que no me he dado cuenta.... Y a partir de hoy empiezan unos meses de nómada por mi Madrid y alrededores; hasta que volvamos a tener nuestra casa, la casa de los tres.

1 comentario:

Anónimo dijo...

joder que lindo lau
que buenos recuerdos
que grandes momentos
hasta mi boda termino en tu casa
y cómo me he sentido en ella cuando he regresado de mi casa de aca
yo también la voy a echar de menos
pero la dejo guardadita en un lugar de mi corazon, ya sabes, junto con otras muchas cosas