martes, 18 de septiembre de 2007

naranjitas


En el super no hay naranjas de zumo. Entro en la frutería del barrio y me llevo dos kilos de color naranja en una redecilla por 3.55 euros. Una pasada. "No me hace falta bolsa, gracias". Paseo por la calle con las naranjas penduleando en mi brazo. Entro a un bar y las dejo en la barra. "¿Me das un vaso de agua, por favor?". No se si ya no se estila eso de pedir vasos de agua en los bares. A mi me parece infantil porque lo hacía cuando era pequeña. Pero también con treinta años la sed puede perseguirte por la calle. La sed, podríamos decir, no tiene edad. Bueno si, dicen que cuando se es demasiado viejo ya desaparece, y es uno de las pistas que inducen a pensar que esa persona está en las últimas. En fin. Bebo solo medio vaso de agua, porque está helada. Y marcho con mis naranjitas. Me cruzo a una madre y a su niño, de unos 3 añitos. El niño come unos caramelos y la madre le dice "Saboréalo. No tengas prisa. Saboréalo". Sabio consejo, que yo recordaría a mi hijo durante toda la vida y con todas las cosas. Saboréalo. Todo. Todos los caramelos y todos los momentos. Todas las personas, todas las canciones. Hazlos intensos. Me fijo en que la madre y su hijo van cogidos de la mano no porque el niño tenga miedo. El miedo lo tiene la madre. Y se agarra a su niño y no lo suelta. Y esto pasa a todas las madres con sus niños. Los niños protegen. Me enciendo un cigarro y me siento en una silla de la plaza de Guardias de Corps. Y siento a las naranjas en la otra silla. No me dan mucha conversación pero colorean. Acabo el pitillo, paso mi bolso, y también a las naranjas, por el escáner del Conde Duque. Me intriga, me gustaría ver la imagen que el guardia de seguridad ha visto. A juzgar por su cara, son las primeras naranjas que van a la biblioteca municipal. Las primeras que pasan por su escáner. Ahora me preocupa si los rayosX las habrán desprovisto de sus vitaminas...o algo peor.

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