lunes, 29 de octubre de 2007

la toco

Sus orejas blanditas, sus colores, su energía. Está aquí, ha llegado, está tan cerca, puedo tocarla. Me hacía falta. Cruzó el charco. Básicamente, en los dos días que lleva aquí ha comido y bebido, mucho y todo el rato. Cerró los ojos a mi lado, en una cama de 80 centímetros y bajo mantas que parecían ladrillos. Me emparedó y no roncaba. Y yo ahí, tan agustico. Poco antes el saco de la risa no paraba de sonar. Cervezas. Porros. Una vela a falta de chimenea. Quedábamos cuatro. Poco antes ron. "Llevo tanto ron en la sangre que mis venas, podría decirse que son cubanas". Una rubia loca en un bar y jugamos al futbolín. Yo, metiendo goles. Baile hasta reventar los gemelos. Alguien nos regala trucos de magia. Y ella se abraza y llora de emoción. Y se me quedan las piernas dormidas en el suelo del baño. Venga a rajar. De mesa el w.c. Tertulia entre azulejos. Y al día siguiente decido que esta estación marrón es preciosa en la sierra, donde huele a chimenea y a croquetas de cabrales y los árboles no hacen más que otoñear. Y que me gusta porque entre las hojas se deja caer alguien que me empuja a ser más feliz. Que siempre me da. Que siempre me suma. Me multiplica.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué bonito.
Escribes muy bien, pequeña ------.