viernes, 8 de febrero de 2008

Me basta así



Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría un ser exacto a ti;
lo probaría (a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir: con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso—;
entonces, si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico,
pero quiero aclarar
que si yo fuese Dios,
haría lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
que te crees tú misma cada día
que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia luz,
y corras la cortina impalpable
que separa el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves,
dejas abandonado cuando —luego— callas…
(Escucho tu silencio.
Oigo constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta).

Ángel González


Quizá es el poema que todos los hombres querrían haber escrito. Ángel González se les adelantó. Regalo de invierno en el taller de escritura. Regalo de viernes de sol, a la espera de que florezcan en mi balcón los tulipanes. El dibujo es de la japonesa Chiho Aoshima.

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