Hasta entonces nunca era yo más alto que las sierras del mundo.
Nunca bajé más hondo de las profundidades máximas señaladas en las cartas marinas.
Y mi alegría estaba triste, como lo están esos relojes chicos, sin brazo en que ceñirse y sin cuerda, parados.
Pero al decirme: “tú” a mí, sí, a mí, entre todos-, más alto ya que estrellas o corales estuve.
Y mi gozo se echó a rodar, prendido a tu ser, en tu pulso.
Posesión tú me dabas de mí, al dárteme tú.
Viví, vivo.
¿Hasta cuándo?
Sé que te volverás atrás.
Cuando te vayas retornaré a ese sordo mundo, sin diferencias, del gramo, de la gota, en el agua, en el peso.
Uno más seré yo al tenerte de menos.
Y perderé mi nombre, mi edad, mis señas, todo perdido en mí, de mí.
Vuelto al osario inmenso de los que no se han muerto y ya no tienen nada que morirse en la vida."
(Pedro Salinas)
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