domingo, 16 de diciembre de 2007

abrazando árboles


Vengo de abrazar árboles, y como que no me encuentro. Se me han quedado un montón de imágenes al final de la retina, y no salen, se han quedado allí, cocinando un pequeño caldo de cultivo de cosas que echar de menos, aunque no sean tuyas. También tengo un montón de minisensaciones recurrentes, que vuelven de golpe, sin darme cuenta. A ratos creo oír sonidos de allí, del sitio de los árboles gigantes, las luces de neón y las estrellas en el suelo. Y tengo esta sensación rara de haber vuelto sin haberme ido, sin saber si quería volver. Pura ilógica de cuando uno parece estar bien, de cuando uno parece estar mal, de cuando uno no sabe ni cómo está. ¿Será por eso que me quedo colgada recordando?


Nosotros intentando desentrañar el endemoniado mecanismo de un coche automático. Yo intentando no dormirme después de las mil horas de vuelo, de las mil horas de carretera. Nosotros en nuestro primer motel de carreteras, helados de frío, felices en el baño. El llevando una bolsa de papel marrón con la compra. Los dos saliendo del coche después de un túnel y encontrando un sitio distinto a cualquier otro, abrazando un árbol gigante de al lado de la carretera, viendo como un zorro cruza delante de nuestras narices con su cena. Yo respirando el frío, parando un momento para coger más aire, para gritar su nombre y esperar respuesta, para mirar alrededor, para sonreírme por dentro. El comiéndose otra pizza. Los dos durmiéndonos a los 19.30 horas. Yo subiendo, subiendo lo más rápido que he subido en toda mi vida, guardando los dedos en los guantes y en las mangas de la chupa, quitándome las gafas empañadas, maldiciendo porque ahora nieva, convencida de que acabaré siendo merienda de osos. El delante de un gato montés. Nosotros bajando, perdiéndonos por unos minutos, empapándonos, durmiendo en el coche. Y la nieve, la nieve por todas partes. Y casi de repente, me despierto en frente de una playa, que he visto mil veces, pero que no piso hasta entonces. Yo delante de la estrella de Steve McQueen. Nosotros viendo pasar chinos mientras la esperamos a ella, que llega de recorrerse medio mundo y llega más ella que nunca, como una niña pequeña a la que se la ha caído un diente. Los tres de camino al corazón luminoso del desierto. Y por fin somos cuatro. Todos en medio de la locura del neón, el dinero, la música por todas partes, el todo vale de verdad y los sitios inventados. Una mañana clara y nos ponemos en marcha hacia otra parte. En alguna parte vuelve la nieve. Comemos hasta reventar en el restaurante familiar de un griego. Bebemos chocolate caliente al lado de una venta helada. Ella viendo la imagen científica de los copos de nieve en Willsom. Unos duermen y otros no. Los cuatro mirando el gran cañón de la nieve, los cuatro buscando los monumentos de piedra entre la niebla. Y la risa, y los cigarros compartidos, y la radio que regala alguna canción decente, y el vaho en los cristales, y las miles de palabras pronunciadas, más por unos que por otros. Desayunar con ella en un lugar que no está perdido de la Ruta 66. Yo y mi maldito cuello. Otra vez todos en la ciudad inventada en medio del desierto, y una corta despedida para una corta estancia. Y ahora somo otra vez tres. Nos reímos más, de cosas más tontas, y hablamos todos, de todo, de nada? Compramos medio mundo, visitamos de mentira el otro medio, nos ciega el neón. Llega la Navidad antes de tiempo en otra parte, y nos coge más desprevenidos todavía. Ella que abre su caja de Channel y llueven sorpresas. Los tres quitándonos la palabra el uno al otro. Ella preguntando por un garito, el taxista diciéndole que no cree que a esas horas haya salones de belleza abiertos. De repente estamos sentados en la mesa de un garito, de un garito con el mejor cuarto de baño del mundo. Yo meando en la calle. El tipo del siguiente garito que nos pone un acid en la mano. Unos de Barna que tocan. Yo bebiéndome las copas como si fueran vasos de agua. El rezando para que vuelva viva del baño. Los dos que me sacan del garito, los dos que me sacan del taxi. Yo que no me quiero abrigar. Yo que pongo todo el peso del cuerpo en los talones y me voy parar delante, como tirada por el dedo que con el que digo no, no, no. Las dos haciendo zetas en pleno corazón del imperio. El sacando fotos. Las dos bañando la cama con cerveza. Los tres con resaca, unos con más, otros con menos. Yo durmiendo en la parte de atrás del coche. Los tres comiendo en un mejicano, los tres llegando a nuestras última noche. Los dos despidiéndonos de ella hasta mañana. Los dos desayunando en una barra de esas que te sirven café hasta que revientes. Los dos cogiendo un avión de vuelta... Pedazos de imágenes, polvo de recuerdos, que me los quedo, que ya son un poco más de todos.


1 comentario:

Anónimo dijo...

y los tres que me traen un adorno nuevo y adorable para mi árbol de navidad. y flashazos de un trip, videoclip. dejásteis las vegas!!!