miércoles, 19 de marzo de 2008

en defensa propia

Un pesado. Me estaba dando la noche. No me dejaba en paz. Lo maté. Tuve que hacerlo. De un golpe seco y sonoro. Cayó. Mientras agonizaba, me quedé observando cómo se desparramaba su sangre en la pared. Era también la mía. Ya no me picó más.

No hay comentarios: