domingo, 27 de abril de 2008

Soledad en la cazuela

- ¿Qué hora es? - preguntó María Rosa, con un buen puñado de arroz en la mano.

- Son las dos y cuarto - respondió la joven, encendiéndose un pitillo

- Pues cuando pasen las y media, me avisas, para apagar el fuego

La cocina olía a caldo de marisco, a gambas peladas, y a soledad. Había que fumar allí porque el tío abuelo Miguel detesta ver a las mujeres fumando, y la muchacha, recién llegada, no pretendía cambiar las ideas de un señor de noventa años.

- Échate una cervecilla, hija, que así nos alegramos. A la Mercedes ponle una sin alcohol, que no puede tomar. Y siéntate, anda.

Mientras el caldo cocía con el arroz, las gambas, el pescao y las patatas, las tres mujeres, sentadas en una mesa de madera, echaban humo. Una había nacido en el 30, otra en el 50 y la más joven, que escuchaba tímidamente a las otras dos, a finales de los 70.

- ¿A tí no te ha salido ningún pretendiente? , preguntaba María Rosa a la Mercedes

- Nunca, desde que murío mi Pedro, hace 27 años, nadie me ha vuelto a decir "qué ojos tan bonitos tienes".

- A mi tampoco, desde que murió mi Ángel.

María Rosa quedó viuda con 37 años. La habían educado para criar a los hijos y cuidar de su casa, y con esa edad tuvo que ponerse a trabajar. Hacía la calle, como decía ella, y estaba reventada. Todo el día andando, en el barrio que la tocara. Ahora repartía cartas y paquetes postales en los distritos 7, 3 y 1, y ya hacía varios años que hacía la misma ruta, por lo que la conocían ya bien. En la cocina, bien alto, había un azulejo con un cartero pintado. "El cartero", ponía. Calculaba que, con suerte, le quedarían tres años para poder jubilarse.

- Ya son y media, Maria Rosa.

La mujer apuró la cerveza, se levantó y movió con la cuchara de palo el arroz, que humeaba. Bajó el fuego y volvió a sentarse. Se encendió otro pitillo, negro.

- A mi se me fue mi Pedro, y se me fue la alegría -dijo la Mercedes.

Se sacó un colgante del interior de su blusa y se lo mostró a la joven.

- Aquí lo llevo siempre, en el corazón.

Del collar de oro colgaba una medalla en la que había grabada una foto de Mercedes con Pedro, de jóvenes. Él se la había regalado de recién casados. En el reverso, la fecha de nacimiento de ambos. Mercedes nació el 14 de febrero de 1930. Junto a la medallita, colgaban tres dientes engarzados en oro. Los dientes de leche de tres de sus nietos. Junto a los dientes, un hombre abrazando el sol, el indalo, símbolo de Almería.

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