jueves, 10 de abril de 2008

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32 y punto. Hay que pensarse las cosas. La cerveza, el vino blanco, el tinto... saben mejor que en un paladar jovenzuelo. Pero el post-alcohol es mortífero. Ya no me atrae el wisky (su aroma, su olor, su color han perdido sentido en mi ser). Menos mal. Si echo la vista para adelante, veo mi migraña. La próxima. La posible ante cualquier fiesta o evento. Pienso en una que va a cambiar mi vida y me entran sudores. Se avecina peligrosa, peligrosa... Espero sobrevivir. Llegar sana y salva al lujo de un viaje inolvidable. Pero ayer estuvo muy bien. Divertido y gracioso. Así, inesperado. Como en los viejos tiempos. Igual que cuando yo resistía los embistes como una jabata. Como cuando no eran 32 y punto.

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