viernes, 23 de mayo de 2008

TODOS EN EL MISMO SACO

La visión paterna de la eternidad consiste en la siguiente reflexión: es el momento mismo en que un individuo moribundo deja de existir, un tiempo concreto, y quizá lugar, en el que ese ser adquiere conciencia de todo lo que ha hecho y de todo lo que ha dejado por hacer. Es el último grito de la consciencia, el último hito de la evidencia de un ser humano en el mundo. El cielo es la unión de esa consciencia con una 'conciencia tranquila' (lo he hecho bien); el infierno, el espanto de descubrir un fin cargado de culpas. Limitada a la infinitésima parte de un segundo, de una u otra posición , y de cómo percibamos los hechos y no de los hechos mismos, depende nuestra salvación o nuestra condena, porque esa será, sin duda ninguna, la más reciente, última y quizá ya única versión de nosotros mismos.

Al principio, mi madre y yo rompimos a carcajadas cuando escuchábamos tal concepción de lo sagrado, mientras deglutíamos sin pudor manjares de marisco en un carísísimo restaurante del madrileño extrarradio.

Pareciera que mi padre fuera un ateo recalcitrante tratando de ofrecer una alternativa aceptable a los pobrecitos creyentes y, sin embargo, es el más devoto entre los devotos, el más convencido entre los convencidos de Dios. Bien pensado, no podría ser de otro modo porque ¿Quién dedicaría un sólo minuto de su vida a pensar cómo es algo que cree que no existe?

En definitiva, poco a poco, pensando, pensando, no me pareció tan descabellada la idea ésta. En fin, se me revela como una especie de explicación conciliadora que cualquiera podría abrazar sin renunciar a sus principios. Tiene una lógica espiritual y otra científica que podría explicarse como la consecución del alma inmortal para unos o el último aspaviento de la mente para los otros. Se mire como se mire, nuestro instante último es nuestro eterno instante.

Ahora bien, en esta peculiar definición podrían ocurrir situaciones tales como que Hitler, aliviado por haber escapado de sus enemigos y a pesar de sus atrocidades, descanse apaciblemente en un cielo ideal; y Teresa de Calcuta, atormentada por no haber conseguido ayudar a toda la hambrienta y paupérrima muchedumbre que sigue en el mundo, sufra para siempre en las llamas del Averno.....

No hay comentarios: